domingo, 23 de febrero de 2014

Alex: el alcohol y el retorno a los pañales


A los cinco Alex de mis lista de amigos


Hace tiempo que no me divertía tanto, la noche anterior había sido una noche espectacular llena de música psicodélica, drogas y alcohol. Era mi primera fiesta de preparatoria, estaba alterado, muy alterado, hacia cosas locas, sentía la adrenalina fluir por mis venas, la euforia del momento. Todas las luces y el flash intense que se quedaba en mi memoria. Todo había salido perfecto y había obtenido el número de al menos tres chicas que me simpatizaban por igual. Lo único que recuerdo es que me divertí como nunca antes, y creo que al menos besé a un chico en la emoción del momento, le echo la culpa a las drogas. Aún puedo escuchar la música de la banda retumbar a muchas cuadras, puedo recordar a mis amigos bailando suspendidos en el tiempo, con esas ropas coloridas y desalineadas. La cara de Ike sintiéndose mal por el alcohol, Matías loco con la música electrónica y las drogas. Esas que nos hacían recorrer cada emoción a mil por segundo. Había sido tan perfecto, hasta hoy en la mañana, nunca me había pasado nada como esto, a mis diez y seis años, había mojado la cama, todas mis ropas y cama estaban hechas un desastre total, parecía que un diluvio había pasado por ellas. Me quería morir, que un hueco hacia el centro de la Tierra me succionara. Me desperté y ya todos sabían que había mojado la cama, mamá, papá, e incluso mi hermano mayor Nicolás, sólo era cuestión de que yo me levantará, para que el caos y el dios de la mala suerte apuntarán sobre mí sus pliegos con deseos oscuros. Lo primero que hice al levantarme fue encerrarme en la ducha, dejando atrás mis ropas húmedas y pegajosas. Tarde al menos una hora en el baño, suficiente para que mi madre, se llevará las ropas mojadas e hiciera la cama. Ahora estaba en serios problemas, no quería decir lo que había hecho anoche, porque sabía que me iría peor, así que decidí actuar sólo como un niño que había mojado la cama. Y eso fue lo que les dije a mis padres, que había mojado la cama sin querer, y al parecer mis padres me creyeron, no estaban muy contentos con el sucedido, pero sabían que ese tipo de cosas no eran normales en un chico de dieciséis años. Tomé el desayuno y para después ir a clases. En la preparatoria todos hablamos sobre lo grandioso que había sido la fiesta de anoche. El día transcurrió normalmente, a la salida de la preparatoria mi madre estaba esperándome en su coche, y allí fue cuando me di cuenta de que algo realmente malo sucedía, mi madre había hecho una cita con el doctor y con el psicólogo. El doctor me hizo exámenes para descartar algún problema fisiológico, para mi buena o mala suerte, los resultados de los exámenes arrojaron que mi vejiga no era la suficientemente madura para un chico de mi edad, aunque antes no había tenido problemas con mojar la cama, pues me despertaba al menos dos veces para ir al baño. Lo peor no era el diagnóstico del doctor, sino el que haría después el psicólogo, decía que el mojar la cama era una respuesta del inconsciente para llamar la atención de los padres, lo que yo necesitaba era más atención y cariño de mis padres. Tanto mi madre como mi padre, ambos, escuchaban pacientemente lo que tenía que decir el psicólogo, les comentaba de los avances en el análisis del inconsciente y las nuevas terapias hacías la reconfiguración del desarrollo normal en el ser humano, según estas el amor y el cariño se imprimen a una temprana edad en los niños y eso hace que crezcan de forma saludable y sean menos propensos a tener problemas emocionales en la adolescencia y la adultez. Y después estaba esa fea palabra que calaba en mis oídos terapia de regresión, ante la cual me quede mudo, aunque no sabía exactamente qué significaba. Después todos los líos con el médico y el psicólogo volvimos a casa. Mi madre se veía algo angustiada y mientras que mi padre lucia sereno y trataba de consolar algo a mamá y le decía que era por mi bien. Durante largo rato me escondí en mi cuarto, si ya sé, vaya qué escondite no. Ese día no hice más que estar encerrado escuchando la misma música que me hacía sentir eufórico e intoxicado de nuevo. Así pase la tarde, intentando despreocuparme. Hasta que escuche que tocaban a mi puerta, ya era hora de dormir, era lo suficientemente tarde como para estar cansado. Abrí la puerta y entré en shock cuando miré a mi madre. Mi madre traía consigo un par de bolsas y una de ellas contenía unos pañales de mi talla con uno dibujos de dinosaurios lo suficientemente sosos como para salir corriendo de la habitación e irme a vivir debajo de los puentes y las limosnas de los transeúntes. Pero no hice nada de eso, no me respondió el cuerpo, sólo escuchaba lo que decía mi madre Alex, desde hoy algunas cosas van a cambiar y vas a necesitar estos por un par de tiempo, mientras se soluciona tu problema. Tras lo cual yo no pude decir nada, mi madre me hizo sacarme toda mi ropa y recostarme en la cama, para ponerme esa cosa. No quería problemas, así que hice todo lo que me decía, intentaba salvar mi pellejo de algo peor. Así que mi madre puso el pañal debajo de mis piernas, y después puso talco en mí, para finalmente abrochar perfectamente aquel pañal. Después de ello, me dijo que podría quedarme así pues hacia suficiente calor como para no ponerme más ropa encima. ¿Esperen, los pañales son ropa?...como sea. Cuando mi mamá dejo la habitación, no pude evitar la tentación de mirarme al espejo, y ver lo horriblemente soso que me veía, pero por otro lado muy en mi interior parecía disfrutar de esa imagen, los pañales me venían perfectos parecían haber sido creados justo a mi medida, fue entonces que repentinamente dije qué afortunado, para mis adentros cuando me di cuenta de esto tragué saliva, pero qué estoy pensando. ¡Qué locura! Como terminé metido en esto. Y para no seguir atormentándome, decidí irme a dormir. Al siguiente día me desperté y miré hacia mis piernas, oh sí adivinen, mojado de nuevo. Pero esta vez había algo macabro en mi cabeza, disfrutaba de esa sensación de estar mojado y en pañales, entonces decidí bajar a tomar el desayuno con sólo unos pañales mojados puestos. En la mesa estaba Nicolás, que no pudo evitar reír y disparar leche por su nariz y mi padre, le echo una mirada inquisitiva, sé tranquilizo y siguió tomando su desayuno. Mi padre me miró y dijo qué bueno que ya te vas acostumbrando a ellos, los vas a necesitar algo de tiempo, hasta que te sientas mejor. Mi madre me preparo unos deliciosos waffles, lo único que me sorprendía es que la leche que me había servido estaba en un botecito entrenador con un oso que parecía salido de una caricatura de Discovery Kids©. Mi cabeza era una máquina confundida, que me enviaba señales dobles por un lado el rechazo por todo lo infantil y por el otro el gusto y el goce porque esto me estuviera sucediendo. Estaba feliz y en shock. Mi mente estaba en otro lugar en el del placer bobo, antes de que pudiera hacer un desastre, ya estaba tomando la leche del bote entrenador. Disfrutaba la sensación de mis pañales mojados y de ser cuidado. Mi hermano se quejaba de los nuevos privilegios que ahora tendría, no iría a la escuela por un tiempo, hasta que el terapeuta decidiera que era mejor para mí. Estaba a merced de ese loco, que sólo deseaba usarme como carne de laboratorio. Todo era tan extraño, será que en el fondo todos llevamos esos sentimientos internos hasta que de repente algo los activa de nuevo. Después del desayunó mi madre me cambió por segunda vez, me puso en unas ropas infantiles, un overall con un dinosaurio estampado, que hacía notar mis pañales. Finalmente me ordeno que bajara a ver televisión, yo no hice más que ver caricaturas todo el día, desde Bob Espoja, Zoids, Digimon, étc. Y así fue que comenzó mi extraña obsesión con mi infancia y las cosas de bebé.